viernes, noviembre 17, 2006

“Cartagena 1815” y su historia

“Cartagena 1815” y su historia

JORGE ENRIQUE RUMIÉ,
EL UNIVERSAL

3 de noviembre de 2006

Ahora que se cumple un año de las elecciones a la Alcaldía de Cartagena -las mismas que proclamaron como ganador a Nicolás Curi para su tercer período- resulta interesante hacer algunas reflexiones, reposadamente, con la tranquilidad que brinda el pasar del tiempo y bajo la óptica de quienes apoyamos a “Cartagena 1815”, promotores del voto en blanco.

¿Cómo nació el movimiento? Hay una frase de Abraham Lincoln que resume este hecho, cuando expresó: “se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.” De ahí que me atreva a sugerir que la misma politiquería local “por sus actuaciones- se encargó de crear las condiciones necesarias para su creación. Nadie más.

“Cartagena 1815” “llamado erradamente “dieciocho quince” por algunos “origina su nombre simbólicamente en el mayor acto patriótico que ciudad alguna haya aportado a nuestra independencia: el sitio de Morillo del año 1815. Lo que explica su eslogan: “la heroica no se rinde”.

Desde sus inicios, en la campaña se trabajó incansablemente en la capacitación ciudadana en todo lo relacionado a la legalidad del voto en blanco (la desinformación era alarmante), además de nuestra obsesión por trasladar el descontento popular reinante en votos válidos, cuantificables, los cuales terminaron siendo 40.683, certificados por la propia Registraduría Nacional: “una experiencia sin igual en la historia política del país y sin precedentes en el mundo democrático”, según me comentó el Dr. Germán Ruiz, Decano de la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Tecnológica de Bolívar.

Es claro reconocer que “Cartagena 1815” no es dueña de los votos en blanco. Nadie lo es. Pero sí actuó como organización líder, en compañía de otros movimientos espontáneos que surgieron.
Algo que recuerdo especialmente y quiero resaltar, era el descontento ciudadano reinante por aquellos días. Era impresionante. Diariamente llegaban voluntarios (léase de todos los estratos socioeconómicos), con las mismas expresiones de frustración en sus rostros, comentando: “amigo, hermano, estoy mamado de la misma vaina, en qué puedo ayudarlos¦ no quiero puestos, no quiero contratos, no quiero nada. ¿Para qué soy bueno?”. Indudablemente eran espíritus desinteresados, apolíticos, unidos por una causa y entendiendo que “a quien no hace política, se la hacen”.

Como todos recordamos, los votos “protesta” no alcanzaron (Curi unió la clase política, neutralizó algunas renuncias de candidatos y demostró que tiene arraigo popular) y “1815” vio carbonizadas sus ilusiones en el abstencionismo (tema que trataré en la próxima columna), y en la imposibilidad de atraer a Mery Luz Londoño a nuestra causa. En todo caso, si relacionamos los votos blancos obtenidos versus lo gastado, la campaña resultó de las más eficientes en la historia electoral cartagenera.

Al final, gano la democracia, indudablemente. Porque demostramos “berraquera” ciudadana, pluralidad y voto de opinión (con el lunar del abstencionismo, obviamente). Y por el lado público, también gano Cartagena, porque el voto “protesta” obligó a la reflexión y a mejorar los desempeños administrativos, lo que es perceptible.

Moraleja, estimados amigos: la exigencia de los pueblos es rentable para su desarrollo.

17 de noviembre de 2006

Sigo con mi cuento de “Cartagena 1815” y su participación en las elecciones del año pasado, para no olvidar nuestra historia o barrer la memoria -cual polvo- en los bajos de cualquier mueble llamado tiempo. Porque sería fatal para la heroica o para todos aquellos que votamos por un sueño (40.683 votos “protesta”, para ser exactos), compartidos entre tantos coterráneos “que vimos carbonizadas nuestras ilusiones en el abstencionismo”.

El 78% de las personas en edad de votar no lo hicieron. Definitivamente, es lamentable para unas elecciones seguidas y promovidas diariamente por todos los medios de comunicación del país durante 3 meses. Colombia entera estuvo pendiente de nosotros (además, era la única elección y el movimiento “blanco” genero simpatías y elevadas expectativas políticas), fue increíble, y sin embargo gano la apatía y el conformismo. No entiendo. Todos quedamos fríos, incluidos los medios. ¿Qué paso?, se preguntaba la gente. Pero las respuestas resultaron aún más dolorosas: “Cartagena se merece su suerte”, concluían los editorialistas más importantes de la nación, lo que dolió a muchos, incluido al movimiento “1815”.

El Universal- preocupado también, contrató a los pocos días una encuesta con “Criterium”, para indagar sobre los argumentos abstencionistas y los resultados sorprendieron: el 28,6% expresaron literalmente que votar no sirve de nada; el 17,6% opinó que igual ganaría Curi, por eso no concurrieron a las urnas; al 21% no le agradaba los candidatos, incluido el voto en blanco; al 7,6% le era indiferente y los restantes 25,2% argumentaron múltiples excusas “guabinas”, como falta de tiempo, viajes, pérdida de cédula, entre otras.

sacrificio en las causas nobles de la Independencia- (“que por patria se inmoló”, como reza nuestro himno), resulta ahora que el 78% de sus habitantes se rindieron anticipadamente y fueron incapaces de caminar dos cuadras para votar, aún con la posibilidad de hacerlo legalmente en “blanco” como protesta. ¿Será que estamos hablando de la misma ciudad heroica idolatrada por Bolívar? ¿Se imaginan los pensamientos de nuestros hijos beneméritos, como Pedro Romero, Blas de Lezo, los hermanos Gutiérrez de Piñeres, Rodríguez Torices, los Mártires o el mismo General Padilla, sobre nuestro comportamiento ciudadano?

Más aún, si examinamos detenidamente las cifras electorales por estratos socioeconómicos, encontraremos que las diferencias abstencionistas entre barrios es mínima (5% aproximadamente). Quiere decir que los habitantes de los estratos 4, 5, y 6, como Bocagrande, Crespo, Manga y El Bosque, para mencionar algunos, que de alguna manera tienen atendidos sus servicios públicos, con calles pavimentadas, con cierto nivel educativo, salud, alimentación, vivienda digna, empleo, acceso a los medios de comunicación y ahora resulta que debemos enseñarles con tablero y tiza en mano los beneficios de una democracia y sus implicaciones para el progreso y la libertad. Verdaderamente, no hay excusa, comparados con otros sectores populares donde la miseria y el hambre disculpan los comportamientos ciudadanos escépticos.

Ahí dejo la reflexión para mis estimados lectores abstencionistas. Para que no olvidemos nuestra historia y lo enseñado valerosamente por “Cartagena 1815”.

1º de diciembre de 2006

Vender el sueño de que sí somos capaces de transformar nuestra ciudad y creer en la fuerza del “poder ciudadano” para lograrlo. “Cartagena 1815” puede ser el catalizador de esa esperanza o la inspiración que trascienda nuestro destino.

Para qué vivir la vida exclusivamente atesorando banalidades, cuando afuera hay una tierra tuya reclamado la grandeza de tu espíritu. Sería como vivir solamente pensando en uno - ¡qué mérito! - cuando tu gente se desgarra en necesidades. Seríamos como cómplices por omisión ciudadana, cuando los hechos exigen altruismo activo. En realidad, seamos agradecidos con la vida, “que morir no es prueba suficiente que hayamos vivido”.
No olvidemos que el sistema de elección popular de alcaldes creado en el 86 y el proceso de descentralización administrativa establecido en la Constitución del 91 entregaron las herramientas democráticas y jurídicas necesarias para la verdadera autodeterminación de los pueblos, y ciudades como Bogotá, Medellín o Bucaramanga, indiscutiblemente lo están aprovechando.
¿Por qué no hacerlo con Cartagena, entonces? ¿Qué nos detiene? ¿Cuál es el miedo? ¿Por qué no trascender participando unidos en las próximas elecciones con “Cartagena 1815”? Sería como cambiar la crítica, por la acción. Sería eliminar el “hay que”... (no asumiendo responsabilidades), por el “tenemos que”..., que compromete; sin importar nuestra raza, credo, condición económica o ideología política. Unidos para transformar a Cartagena.
Iniciemos, entonces, construyendo confianza colectiva y elaboremos un verdadero plan de gobierno entre todas las fuerzas vivas de la ciudad, que sea innovador, moderno, incluyente y concertado. Que tenga propuestas y soluciones reales a nuestros problemas- incluida prioritariamente la pobreza y el hambre-, y que una vez concluido pueda socializarse a todo nivel.

Quién puede iluminarme, estimados amigos, para escribir con la claridad requerida y transmitir que Cartagena tiene un enorme porvenir económico, pero haciendo las cosas por el camino correcto. Como puedo informarles, que el 99% de los miembros de “1815” somos apolíticos de nobles ideales, que trabajamos simplemente por responsabilidad social o filantropía pura (aburridos de criticar, decidimos actuar) y que solo ambicionamos una ciudad incluyente y próspera para nuestros hijos. Quién me ayuda a explicar que la Alcaldía puede ser una gran ONG o la mayor “fundación” sin ánimo de lucro donde se toman las decisiones que efectivamente impactan nuestro desarrollo económico.

Quién podrá iluminarme para convencer a tantos abstencionistas y ciudadanos de bien que en “Cartagena 1815” estamos luchando por preseleccionar candidatos idóneos, para luego escoger el indicado bajo una metodología confiable, democrática y auditada. Y así evitamos la crítica histórica de imponer nombres.

En fin, estimado lector, quién podrá inspirar a “Cartagena 1815” para ayudarla a continuar, a soñar, a trascender, a participar, a motivar a los cartageneros y a comprender las palabras del gran George Bernard Shaw, cuando nos enseñó: “La vida no es una velita. Es una espléndida antorcha, que deseo hacer arder tan brillante como sea posible, antes de pasarla a las generaciones futuras”.

Ayúdanos, entonces, a guiar la antorcha de “Cartagena 1815” y que brille para todos.

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